Además
de los animales anteriormente citados, también existen los que pueden convertirse
en plaga. Entre los autóctonos reconocemos a los caracoles, la mariposa blanca
de la col, las babosas, las larvas de moscas, áfidos, orugas, pulgones... que
aparecen en nuestro huerto/jardín al proporcionarles mucho alimento concentrado
en zonas pequeñas. De forma natural las plantas silvestres no se distribuyen
como monocultivo, teniendo que gastar los animales tiempo y esfuerzo en busca
de su alimento adecuado, pudiendo además sucumbir a los predadores del entorno.
Los predadores que deberían desarrollarse
junto a la plaga, faltan por causa nuestra, ya sea porque arrancamos sistemáticamente
las malas hierbas y podamos con demasiada frecuencia los setos, reduciendo el
número de ciempiés, mariquitas, arañas (probablemente las más útiles de todos
los animales del huerto/jardín), hormigas (que también se alimentan de otros
insectos)... como por los tratamientos químicos que acaban con unas y otros.
Para poder disfrutar de los visitantes del
huerto/jardín sin que lleguen a convertirse en plaga, deberíamos echar la vista
atrás y observar los que se hacía en el medievo, donde se cultivaban mezcladas
hortalizas, flores, y todo tipo de hierbas, intentando recrear una comunidad
natural, en donde la variedad predomina sobre la cantidad, controlando cada
especie a las demás.
Puede que sea algo menos productivo y no tan
exuberante de color, pero en lo concerniente a la fauna, es el hábitat más rico
que se puede crear en un huerto/jardín.
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